Si tiene la oportunidad de salir al mar en estos días, puede ser testigo de un espectáculo esperanzador en las zonas de viento. Las jóvenes pardelas, que se aventuran a salir de sus cuevas de cría hacia el mar desde finales de octubre hasta mediados de noviembre, se preparan para un largo viaje:
Durante varios años, buscan los grandes recursos alimentarios del Atlántico sin necesidad de tocar tierra. El gráfico de abajo muestra el viaje de uno de estos jóvenes pájaros. Difícilmente imaginable para nosotros, que crecemos muy protegidos, estos animales pasan de ser crías sin haber recibido orientación alguna directamente a nómadas en el océano abierto.
Después de que sus padres hayan dejado la cueva de cría unas semanas antes que ellos, se lanzan hacia el mar. Aquellos que no han hecho una parada involuntaria en tierra están buscando el viento que a menudo tarda unos días en soplar en nuestras costas, al suroeste de la isla. Una vez que han sido capaces de llegar suficientemente lejos a las zonas con viento, comienza una lección dura. Una y otra vez los animales (un poco torpes tanto en la superficie del agua como en tierra) tienen que luchar para llegar a levantarse del agua. Para ello corren en el agua en contra del viento y, en el mejor de los casos pegan el salto de la cresta de una ola.
Después tienen que practicar para aprender a „surfear“ el viento. Las pardelas utilizan los vientos ascendentes entre las olas para dejarse llevar sobre el océano. Esto suele ser mas o menos fácil todavía con olas grandes y bien definidas. Sin embargo, en invierno en general, y especialmente en el sotavento de las islas, a menudo se encuentran con olas compuestas que son muy difíciles de estimar. Cada dos por tres se puede ver a los jóvenes aves zambulliendose involuntariamente salpicando con ganas. Y arriba otra vez…..
Con una tenacidad increible se vuelven a levantar.
Pero el duro entrenamiento en el viento no es lo único que le hace la vida difícil a una pardela en esta fase.
En primer lugar, debe tener éxito en el vuelo del acantilado al mar, a través de las zonas costeras. En las noches nubladas o sin luna, una luz fuerte los puede atraer mágicamente. En La Gomera se han entregado un promedio de 200 – 300 pardelas jóvenes a la Agencia de Medio Ambiente en los últimos años, en Tenerife son 1500 animales por año. Uno de los mayores problemas son los torretas de luz en las instalaciones públicas. Las estructuras detrás de la luz cegadora no son visibles para los animales y pueden colisionar a gran velocidad. En el caso de que los animales se encuentren vivos, son llevados a los Centros de Recuperación en Tenerife o Gran Canaria.
Si la situación del viento es desfavorable en la primera fase, los jóvenes pájaros encontrarán muy difícil levantarse en el aire y permanecer allí el tiempo suficiente para encontrar comida.
En tercer lugar, ya en la misma costa o en la franja costera, esperan las gaviotas, como nuestra gaviota patamarilla (Larus michahellis). Comen prácticamente todo incluidas varias especies de aves.
Si la glándula de la cola no funciona correctamente o si se posan en un area con petróleo, sus plumas no repelen el agua lo suficientemente bien y se mojan. Entonces corren el riesgo de ahogarse. Aunque con el tiempo se convertirán en buceadores bastante diestros, se necesita mucha fuerza para seguir manteniendose a flote con el plumaje empapado; y bajo el agua no pueden respirar. ¡Las pardelas también pueden ahogarse!
¿Cómo se sentirán las pardelas cuando lo logren y llegan a «surfear» el viento sobre las olas? Una vez que han sobrevivido los primeros días, después de un comienzo muy duro, la vasta extensión del Océano Atlántico finalmente se abre.