21.10.20 Milagros voladores

Pardelas, milagros voladores …

pardela cenicienta, detalle del pico con narices tubulares

Su nombre en alemán («buceador de tormentas»), suena a una vida aventurera entre el viento y las olas. El término en inglés, „shearwater“, se traduce a „corta-aguas“. Y así es: su vuelo a ras del agua recuerda a un surfista veloz, con la punta de sus alas tocandolo ocasionalmente, alzándose de vez en cuando en un salto al aire para observar con su vista potente el horizonte.

Las pardelas cenicientas (Calonectris diomedea) son una de las especies de aves más especializadas para vivir en el océano:

Pardelas pescando

Son capaces de estar sin tocar la tierra durante días, semanas y años, cubriendo miles de kilómetros. Para ello, utilizan los vientos empujados por las vertientes ascendentes de las olas para deslizarse en un vuelo enormemente eficiente. Pueden desalinizar sus fluidos corporales y así aprovecharse del agua marina; son capaces de sumergirse hasta 15 m de profundidad mientras cazan peces y calamares; ¡y han encontrado la forma de descansar en la superficie del mar e incluso en el mismo vuelo!

Sus reclamos no suenan ni aventureros ni elegantes en absoluto, sino más bien parecen ser fantasmales gritos de dolor después de un contacto involuntario con el acantilado: AUAAUAAUA-EH… (guañaguaña).

Pardelas al acecho

Estos sonidos muestran una enorme variedad de frecuencias y matices y llevan a la pardela año tras año de vuelta con su pareja, que a menudo lo es para toda la vida, encontrándose aquí alrededor de marzo o abril para criar juntos desde mayo hasta octubre, un polluelo a la vez. Entonces los padres son atraídos de nuevo al mar, a un viaje a las zonas más potentes de alimentación del Atlántico.

A diferencia de otras aves, no esperan a los pequeños. Los polluelos volanderos, que a la hora de la despedida cuentan con una gruesa capa de grasa subcutánea, superando así a sus padres en varios cientos de gramos de peso, se quedan en los acantilados y se tiran del nido en dirección al agua varias semanas más tarde, cuando el hambre los obliga a ello. Muchos de ellos, torpes en tierra, sólo llegan al mar después de varios intentos de alzar el vuelo, probablemente a menudo cegados por la luz brillante, aterrizan en complejos hoteleros, en vínculos oscuros de nuestra terraza y en calles donde los gatos o los coches pueden suponer peligros no previstos.

Pardela en vuelo

Estamos a mediados de octubre, pronto comenzará de nuevo la fase de sus primeros intentos de vuelo.

Si encuentras alguna pardela perdida, y la quieres entregar en un lugar seguro para que sea atendida, no dudes en llamarnos al 642043488.
Este año, entre mediados de octubre y noviembre, desde la asociación Ventana al Mar, dispondremos de cajas en el sótano de la empresa de avistamiento «Océano La Gomera» y estaremos para atender tus llamadas y apoyar así al área de Medio Ambiente del Cabildo Insular en su labor.